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¿Sabes por qué comes cuando no estás bien emocionalmente?

Hambre emocional Prensa UNAB

¿Alguna vez te has encontrado devorando un trozo de pizza o un chocolate cuando te sientes estresado, ansioso, aburrido o triste? Si es así, no estás solo. El hambre emocional es un fenómeno común que puede afectar nuestra relación con la comida y, en última instancia, nuestra salud. En este artículo, exploraremos en profundidad por qué comemos en respuesta a nuestras emociones y cómo evitar caer en la trampa del hambre emocional.

El hambre emocional, como lo describe Michelle Labbé, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello, se refiere a la tendencia a comer en respuesta a nuestras emociones. En otras palabras, nuestro estado de ánimo puede influenciar no solo cuánto comemos, sino también qué comemos. Este fenómeno nos lleva a optar por alimentos reconfortantes, a menudo ricos en grasa o azúcar, como pizza, papas fritas, chocolates, helados, dulces y postres. Estos alimentos suelen asociarse con la alegría y la satisfacción, lo que los convierte en una elección común cuando buscamos consuelo emocional.

Sin embargo, aquí está el meollo del asunto: el hambre emocional no tiene nada que ver con la verdadera necesidad fisiológica de alimentos. Es más bien una respuesta a estados emocionales como el estrés, la ansiedad, la preocupación, la tristeza, la soledad o el aburrimiento. Puede surgir incluso cuando acabamos de comer y nos sentimos físicamente llenos. En esencia, cuando comemos por razones emocionales, estamos utilizando los alimentos como una especie de refugio para aliviar esos sentimientos negativos y sentirnos mejor. Lamentablemente, esto no solo no resuelve nuestros problemas emocionales, sino que a menudo agrega un sentimiento de culpa.



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El impacto en la salud y la autoestima

La conexión entre nuestras emociones y nuestros hábitos alimentarios tiene un impacto significativo en nuestra salud y bienestar. La elección constante de alimentos reconfortantes y ricos en calorías puede llevar al sobrepeso y la obesidad. Pero hay algo aún más profundo en juego. Como explica Michelle Labbé, nuestras elecciones alimentarias también pueden influir en cómo nos percibimos a nosotros mismos y en nuestra autoestima. Comer por razones emocionales puede hacer que te sientas impotente para controlar lo que comes y cómo te sientes, lo que puede tener un efecto devastador en tu bienestar general.



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La buena noticia es que puedes aprender a controlar el hambre emocional y mejorar tu relación con la comida. Michelle Labbé sugiere una estrategia llamada alimentación consciente, o Mindful Eating, que puede ayudarte a conectarte más plenamente con tu cuerpo y tus emociones para tomar decisiones alimentarias más saludables.

Al practicar la alimentación consciente, estás poniendo atención a tus motivaciones, pensamientos y emociones hacia la comida. Esto te ayuda a reconocer las situaciones que te impulsan a comer y las elecciones que estás haciendo, que normalmente pasan desapercibidas. Aquí hay cuatro pasos prácticos para aplicar en tu vida diaria:

  1. Pregúntate antes de comer: ¿Por qué estoy comiendo? Antes de tomar cualquier bocado, tómate un momento para reflexionar sobre por qué estás comiendo. ¿Es debido al aburrimiento, la ansiedad, el cansancio u otras emociones? Si no puedes identificar una razón legítima para comer, tómate un tiempo para distraer tu mente antes de recurrir a la comida. Puedes incluso mantener un diario de alimentos y emociones para identificar patrones y desencadenantes.
  2. Conéctate contigo mismo y evita las distracciones: Haz una lista de los alimentos a los que sueles recurrir cuando experimentas hambre emocional. Si tiendes a comer frente al televisor, revisando redes sociales o frente a la computadora, es probable que no estés prestando atención a las señales de tu cuerpo. Esto puede llevarte a comer en exceso más allá de sentirte satisfecho. Estar presente con todos tus sentidos durante la comida te ayudará a conectarte con las señales de tu cuerpo y a detenerte cuando estés satisfecho.
  3. Tómatelo con calma: Las señales de saciedad tardan alrededor de 20 minutos en llegar desde tu cuerpo a tu cerebro. Intenta comer con calma, dejando el tenedor sobre el plato entre bocados y bebiendo agua durante la comida. Si aún sientes hambre después de comer, espera de 10 a 15 minutos antes de considerar más comida. Verás que después de ese tiempo, te sentirás satisfecho.
  4. Maneja tu entorno: Reconoce las situaciones que te llevan a comer sin tener hambre fisiológica. Come sentado en una mesa, sin distracciones y prestando atención a tu plato de comida. Aunque pueda parecer trivial, esta práctica ayuda a que tu cerebro reconozca el acto de comer y te permite sentir las señales de saciedad cuando estés satisfecho.

La importancia de buscar ayuda profesional

Por último, Michelle Labbé destaca la importancia de buscar orientación de un profesional si luchas con problemas alimentarios o emocionales. Un nutricionista puede ayudarte a planificar una alimentación más saludable y ofrecerte alternativas saludables para tomar decisiones más adecuadas durante los momentos de hambre emocional.

En conclusión, el hambre emocional es una respuesta común a nuestras emociones, pero con la práctica de la alimentación consciente y la atención a nuestras necesidades emocionales, podemos aprender a evitar caer en esta trampa y tomar decisiones alimentarias más saludables que beneficien tanto a nuestra salud física como emocional.

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