La calidad del sueño puede verse afectada a medida que las personas envejecen, lo que genera inquietudes sobre si realmente dormimos menos con el paso del tiempo. Investigaciones recientes han explorado cómo las necesidades de sueño cambian a lo largo de la vida y el impacto que el envejecimiento tiene en nuestro descanso nocturno.
Variaciones del sueño en diferentes etapas de la vida
El sueño es esencial para un funcionamiento óptimo durante el día, y sus patrones evolucionan a lo largo de la vida. Desde la infancia hasta la vejez, los requerimientos de sueño son distintos:
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- Recién nacidos: Estos pequeños duermen entre 12 y 18 horas al día, en períodos de una o dos horas, experimentando cerca del 50% en sueño REM.
- Lactantes: A medida que crecen, sus períodos de vigilia aumentan y el sueño nocturno se consolida; el sueño REM disminuye al 25-30%.
- Niños de 1 a 3 años: Necesitan entre 10 y 13 horas de sueño diario, junto a una o dos siestas.
- Niños de 4 a 5 años hasta la adolescencia: Suelen dormir alrededor de 9 horas por la noche, distribuidas en varios ciclos de sueño.
- Adultos jóvenes: Este grupo requiere entre 7 y 9 horas de sueño, pudiendo necesitar siestas en el día.
- Adultos mayores (65 años y más): La necesidad de sueño se reduce a entre 7 y 8 horas por noche.
Estos datos están basados en la investigación de la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM). En un mundo ideal, cumplir con estas recomendaciones es fundamental; sin embargo, con el envejecimiento, se observan cambios en los patrones de sueño que pueden afectar la calidad del mismo.
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Cambios en el sueño a medida que envejecemos
Los adultos mayores enfrentan una serie de alteraciones en su sueño:
- Fragmentación del sueño nocturno: Es común que se despierten más frecuentemente durante la noche.
- Reducción del sueño profundo: Disminuye el porcentaje de sueño en la fase IV, mientras que el sueño REM se mantiene relativamente constante.
- Aumento del tiempo en cama y siestas diurnas: Muchas personas mayores pasan más tiempo en la cama y tienden a tomar siestas cortas.
Estos aspectos pueden llevar a una percepción de menor calidad del sueño en la vejez. Además, la calidad del sueño está intrínsecamente relacionada con la salud general. La Dra. Nuria Roure, psicóloga y experta en Medicina del Sueño de la Universidad de Lleida, afirma que "dormir bien nos protege del envejecimiento y de enfermedades", subrayando que la falta de un sueño adecuado puede acortar la esperanza de vida y contribuir a diversas patologías.
Entre las causas que provocan disminuciones en la duración y calidad del sueño se encuentran factores como:
- Estrés cotidiano
- Ansiedad
- Mala alimentación
- Consumo de alcohol y cafeína
- Depresión
Además, existen elementos externos que dificultan un sueño reparador, como la iluminación excesiva, el ruido, temperaturas inadecuadas y posturas poco ergonómicas.
Para optimizar el descanso, se recomienda:
- Crear un ambiente propicio: Asegurar una habitación cómoda y oscura, utilizando cortinas que bloqueen la luz y manteniendo una temperatura agradable.
- Establecer rutinas: Realizar ejercicios con anticipación, evitando cafeína y alcohol antes de dormir, e incluyendo actividades relajantes como leer.
- No permanecer en la cama si no se puede dormir: Si no se concilia el sueño, es mejor levantarse y hacer algo relajante hasta sentir sueño.
- Aprovechar la luz natural: Despertarse con luz natural ayuda a regular el reloj biológico; en caso de problemas persistentes de sueño, se aconseja consultar a un profesional.
Así, tanto la cantidad como la calidad del sueño son factores cambiantes en las diferentes etapas de la vida. Adaptar nuestros hábitos de sueño es crucial para mejorar la salud y la calidad de vida a lo largo del tiempo.
Fuente: https://newsweekespanol.com/2025/03/11/durmiendo-menos-entre-mas-edad/