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La dieta antiinflamatoria que adelgaza y mejora la salud sin contar calorías

Dieta antiflamatoria freepik.es

Janet Cossio Hidalgo, académica de Nutrición y Dietética, UNAB Sede Viña del Mar.

En el área de la alimentación, se ha avanzado en el conocimiento de los distintos componentes de los alimentos y su papel en el organismo. Esto ha permitido establecer una serie de recomendaciones para desarrollar una dieta saludable, balanceada y equilibrada.

Los nutrientes, alimentos y/o dietas antiinflamatorias pueden desempeñar un papel esencial en el tratamiento de la obesidad, ya que afectan la flora intestinal y controlan las respuestas inflamatorias. Existen ciertos marcadores que ayudan a detectar la presencia de inflamación en diversas enfermedades, aunque los resultados clínicos de un proceso inflamatorio pueden ser muy variados. La mayoría de las veces, estos procesos provocan aumentos en ciertas sustancias llamadas citoquinas, quimioquinas y eicosanoides, que pueden alterar procesos celulares. Se han identificado factores como la edad y la dieta que pueden influir en la concentración de un marcador de inflamación y, por ende, en el estado inflamatorio. Por ejemplo, las dietas altas en grasas son proinflamatorias, ya que sobreexpresan citoquinas.



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Hoy en día, se reconoce que el sistema intestinal funciona como un potente sistema inmune, donde el tipo de flora o bacterias intestinales nos protegen de enfermedades. Alimentos con efectos antiinflamatorios juegan un papel esencial en la regulación de la microbiota intestinal (disbiosis) y en el mantenimiento de la salud. El tipo de microbiota puede proteger contra enfermedades.

Por ejemplo, ciertos alimentos que consumimos diariamente pueden ser protectores contra la inflamación, como el yogur de pajaritos (kéfir), leche, yogur, frutas de distintos tipos y colores, verduras diversas (ricas en polifenoles como las quercetinas, que pueden mejorar el rendimiento físico y mental y reducir el riesgo de infecciones), legumbres como porotos, lentejas, garbanzos y arvejas (dos o tres veces a la semana), té, miel, cereales integrales y frutos secos.



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La respuesta inflamatoria también puede inducir resistencia a la insulina e hiperglucemia. Por lo tanto, la regulación oportuna de la inflamación es vital para controlar la obesidad y sus complicaciones. Las dietas antiinflamatorias incluyen el consumo de alimentos no refinados y mínimamente procesados, como aquellos que contienen fibra, ácidos grasos mono y poliinsaturados (frutos secos como maní y nueces, palta, aceite de maravilla y aceite de soya). También se recomienda consumir pescados grasos como salmón y jurel para aumentar la ingesta de omega 3, así como seleccionar fuentes de proteínas magras como pollo, y utilizar varias especias (jengibre, cúrcuma). Es importante reducir el consumo de carne roja, grasas saturadas y trans, ya que se ha demostrado que aumentan la inflamación.

Un estudio de ensayo controlado aleatorio que examinó el nivel metabólico y el estado inflamatorio de 81 participantes indicó que una dieta antiinflamatoria condujo a una disminución significativa del peso corporal y del tejido adiposo visceral, y mejoró el estado cardiometabólico e inflamatorio de los participantes. Otros estudios señalan que esta dieta reduce la grasa corporal y mejora la diversidad de bacterias beneficiosas para la salud y el intestino.

Se cree que las dietas antiinflamatorias tienen la capacidad de revertir o regular los trastornos de la flora intestinal y mejorar el estado de salud. Por lo tanto, se debe promover el consumo de alimentos naturales en la mayor proporción posible de la dieta diaria. Además, se recomienda evitar el estrés y adoptar un estilo de vida saludable, dejando de fumar, haciendo ejercicio y escuchando nuestro cuerpo para lograr el autocuidado. Esto puede ser complejo en el ajetreo del día a día, pero depende de cada uno y de lo que deseamos lograr.

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