La miel ha ido tomando protagonismo en los últimos años, encontrándose en las alacenas de la la mayoría de los hogares y en otros tantos a través de sus derivados medicinales. Su popularidad radica precisamente en la fórmula de sabor y beneficios que la caracterizan.
Se trata además de un producto de identidad cultural, que da trabajo a pequeños y medianos emprendedores y que se exporta a los principales mercados del
mundo.
María Cristina Escobar, directora de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello detalla que la miel es un alimento esencialmente energético, “caracterizándose su gran poder edulcorante (1,2 a 1,3 veces superior al de la sacarosa). Posee propiedades cicatrizantes, antibacterianas, antisépticas, antipiréticas y antiinflamatorias, además de reforzar el sistema inmunológico”.
La composición de la miel corresponde aproximadamente a un 80% de hidratos de carbono, 17% de agua y 3% de sustancias aromáticas, pigmentos,
cera y granos de polen. Las vitaminas predominantes de la miel son de tipo hidrosoluble y los minerales potasio, hierro y calcio, todos en cantidades pequeñas.
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Consumo moderado
Pero no todo es miel sobre hojuelas, como todo lo dulce debe ser consumida con prudencia. La especialista UNAB señala que el contenido calórico
es de 318 kcal por 100 gramos, lo que traducido a 1 cucharadita de miel corresponde a aproximadamente 20 calorías. “Su consumo dependerá del estado nutricional y de salud de la persona. Aquellas diabéticas, insulino-resistentes o con malnutrición por exceso
deben evitarla o moderar su ingesta”.
¿Y los niños? Es importante destacar que está prohibida para los menores de 1 año, ya que se relaciona con el botulismo del lactante,
que consiste en un trastorno neuroparalítico, causado por la acción de la neurotoxina Clostridium botulinum presente en la miel.
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Cómo conservar sus propiedades
Este puede ser consumida de manera natural o incorporada en algunas preparaciones reemplazando el azúcar. Respecto a su conservación, lo ideal es en un
envase hermético, a temperatura ambiente y alejada de la luz solar.
En cuanto a su duración, no se considera un alimento perecible, sin embargo, existe literatura que recomienda un tiempo de duración de 2 años.