La detección de tres monos muertos en el Putumayo, Colombia, activó alarmas sobre un posible brote de fiebre amarilla. Este evento, que podría haber pasado desapercibido en el pasado, desencadenó una respuesta rápida y coordinada para frenar el avance de la enfermedad. La acción se basó en la habilidad del equipo sanitario, que aplicó conocimientos adquiridos recientemente sobre vigilancia de fauna silvestre.
Wilder Pérez, del programa de enfermedades transmitidas por vectores y zoonosis de la Secretaría de Salud Departamental del Putumayo, relató: "Gracias a lo aprendido sobre cómo tomar muestras adecuadas en primates, logramos detectar un brote de fiebre amarilla tras encontrar tres monos muertos simultáneamente. Sin ese conocimiento, los animales posiblemente habrían sido enterrados sin análisis, perdiendo una oportunidad crítica para actuar".
Capacitación y respuesta rápida
Revisa aquí remedios naturales y para qué sirven
Hace meses, Wilder había participado en un taller regional que se enfocó en la vigilancia epizoótica y vectorial, organizado con el apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Este taller, parte de la iniciativa PROTECT financiada por el Fondo para Pandemias, capacitó a equipos de salud sobre la recolección segura de muestras y la coordinación necesaria para actuar ante brotes. "La capacitación resultó crucial para que el equipo del Putumayo pudiera actuar rápidamente al detectar los primeros indicios del virus", afirmó.
Como resultado inmediato de la detección de los monos, se implementaron medidas específicas en la región, como la vacunación del personal ambiental, análisis entomológicos y el estudio del área afectada. Esto permitió confirmar la presencia del virus y evitar su propagación hacia zonas urbanas.
Revisa aquí Medicamentos y para qué sirven aquí
Actualmente, el departamento de Tolima enfrenta el brote más grave registrado fuera de la región amazónica, reportando desde finales de 2024 hasta fines de junio de 2025, 95 casos humanos confirmados de fiebre amarilla y 35 muertes. La mayoría de estos casos se concentran en áreas rurales cercanas al Parque Natural Regional Bosque de Galilea, donde se encontran humanos, primates y mosquitos vectores del virus.
Impacto de la fiebre amarilla en Colombia
Desde 2024 hasta la semana epidemiológica 26 de 2025, Colombia ha confirmado 114 casos humanos de fiebre amarilla, incluyendo 49 muertes, con una tasa de letalidad del 42,9%. Los departamentos más impactados son Tolima, Putumayo, Nariño, Caquetá y Meta. Además, se han registrado al menos 56 epizootias por fiebre amarilla en el país.
Todos los casos actuales en Colombia están relacionados con el ciclo silvestre del virus. Este es transmitido por mosquitos que pican a primates no humanos infectados, lo que subraya la importancia de mantener altas coberturas de vacunación en comunidades rurales y fortalecer la vigilancia de la fauna silvestre. La experiencia en Tolima, donde no hubo reportes de casos humanos en más de un siglo, ha proporcionado valiosas lecciones al sistema nacional de salud.
El estallido de fiebre amarilla en Tolima y Putumayo muestra que el enfoque de Una Sola Salud, que une salud humana, animal y ambiental, es más que una mera teoría. "Este tipo de experiencias fortalece la transferencia de conocimientos entre regiones, estandariza procesos y permite diseñar intervenciones oportunas", afirmó Mauricio Vera, de la Subdirección de Enfermedades Transmisibles del Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia.
La vigilante integración entre la salud humana, la salud animal y el medio ambiente se ha convertido en requisito indispensable en contextos de alta biodiversidad. "Mientras no exista bienestar ecosistémico, no habrá bienestar para la salud humana", dijo Mayra Alejandra Vargas, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia.
En 2025, cinco países de la región, incluyendo Colombia, han reportado casos confirmados de fiebre amarilla fuera de las zonas tradicionalmente endémicas. Esto ha motivado a las autoridades sanitarias a intensificar la vigilancia y las campañas de vacunación para proteger a las poblaciones en riesgo y asegurar una respuesta rápida ante las señales de alerta.