Hoy en día es importante crear conciencia de la relevancia de las vacunas para combatir enfermedades infecciosas graves que pueden generar anomalías congénitas, discapacidades y un importante nivel de defunciones provocadas por ellas. Por ejemplo, hoy la poliomielitis, la viruela o la difteria ya están erradicadas por los sistemas sanitarios del mundo gracias a las vacunas. Después del agua potable y el alcantarillado, las vacunas son la invención que más vidas.
De hecho, de acuerdo a la misma OMS, las vacunas han evitado entre dos a tres millones de muertes al año, no existiendo ningún otro medicamento que haya salvado más vidas a lo largo de nuestra historia. A fines de los 2000 fue la influenza AH1N1 y hoy el mismo Covid-19 nos han mostrado cuál es el comportamiento de un virus para el cual no existe vacuna.
Sin embargo, al desaparecer o disminuir los casos de una enfermedad las personas olvidan la gravedad de las mismas. El desarrollo de nuevas vacunas -principalmente debido a la pandemia causada por el SARS-Cov2- ha despolvado una serie de mitos y cuestionamientos que necesitan ser aclarados, pero -lamentablemente- es poca la divulgación que se genera en torno a los avances de éstas.
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“Por ejemplo, cuando en 2009 se decretó la pandemia por el nuevo virus H1N1 de influenza, sólo bastaron seis meses para comenzar a aplicar las primeras dosis de la vacuna, ya que existían investigaciones y estudios previos sobre otras variantes que ayudaron a dar con la fórmula en un periodo acotado de tiempo. Lo mismo ha pasado con el SARS-Cov2, pero muchos prefieren creer que están experimentando con la salud de la población mundial”, señala Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
Otro foco es la seguridad de éstas. Chile cuenta con un Programa Nacional de Inmunizaciones desde fines de los años 70, lo que ha permitido una importante reducción de la morbilidad y mortalidad de enfermedades prevenibles. Las vacunas de este plan no sólo son obligatorias, sino que el Estado debe garantizar el acceso a la vacunación. “El gran problema es que se a veces se privilegia el derecho individual por sobre el bien común. Y, si bien existe el derecho de autonomía de los pacientes para rechazar un tratamiento, esto no aplica cuando está en riesgo la salud pública o los derechos de otras personas”, enfatiza la médica.
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Ahora en tanto su eficacia, en el caso de la inmunización contra el coronavirus, estudios han demostrado que más del 90% de las personas vacunadas no desarrollarán enfermedad grave que requiera de atención en una unidad crítica. En este mismo orden, uno de los últimos estudios realizado por los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) mostró que los adultos no vacunados tenían 23 veces más oportunidades de hospitalizarse por enfermedad grave. El mismo organismo señala que las actuales vacunas contra la influenza -que combinan su protección para los virus A, B y sus variantes- reducen entre un 40% y un 60% el riesgo de contraer la enfermedad, previniendo más de 85 mil hospitalizaciones por enfermedad grave y sus complicaciones.
Claves del éxito sanitario
Por otra parte, las vacunas y su aplicación son claves para el bienestar de las personas que por alergias u otros motivos médicos de riesgo como un sistema inmunitario deficiente, no pueden vacunarse. Galarce señala que “en estos casos, la única forma de protección que tienen contra ciertas enfermedades es que el resto de la población se vacune, generando la llamada inmunidad de rebaño.
Finalmente, es clave destacar que hoy muchas de las enfermedades que han sido combatidas con vacunas ya están erradicadas y otras no alcanzan el número de mortalidad de sus primeros años. Por ejemplo, en Chile el último caso de poliomielitis se documentó en 1975, mientras que en 1994 la Comisión Internacional para la Certificación de la Erradicación de la Poliomielitis declaró la supresión de esta enfermedad en toda América. Existen otras enfermedades como la Rubeola y el Tétano que, luego de la vacunación, han disminuido los casos en más del 99%.
Además, la facultativa comenta que “la OMS asegura que si se cumpliera con los objetivos de cobertura de vacunación sólo con 10 de ellas (contra la hepatitis B, el sarampión y la influenza, por nombrar algunos), podrían evitarse hasta 26 millones de muertes futuras en países de bajos ingresos.
Si bien las vacunas pueden producir eventos adversos, la mayoría son leves y duran uno o dos días. Y nunca está demás aclarar el mito que -en su momento- vinculó a las vacunas con enfermedades como el autismo. “Toda la comunidad científica en el mundo apoya de forma unánime que no existe relación entre los componentes de las vacunas y el desarrollo de los TEA. Está comprobado que el estudio que alguna vez desarrolló el Dr. Wakefield carecía de rigor científico y los datos estaban falseados”, concluyó la especialista.
Hoy es esencial que podamos protegernos de la mayor cantidad de patologías posibles si se tiene el acceso a las vacunas y cuando ya entramos a los meses fríos del año. “La inmunización es uno de los mayores avances de la medicina moderna y un gran acto de responsabilidad, que no sólo protege al individuo que recibe una vacuna, sino que también al resto de la población”, finaliza.